Tras andar a gatas y tropiezos, el siguiente fue un año más benigno, donde cada encuentro y sucedencia ocurrió tras el paladar.
Lejos de las necedades que mis ojos vieron o las grilletes-palabras atadas al cuello, fue mi lengua que ha libado de cada historia su sabor. La razón quedó amarrada con verdes agujetas a un libro deshojado Kant y me dejé llevar por mis papilas caprichosas sin intentar filosofar, adivinar o razonar eventos.
Concuerdo, tener la razón te hace importante a los ojos de otros. Puedes entonces reclamar espacio en los cajones de intelecto, hacer de plomo tu voz, ser ecuchado y esperado para hablar; te conviertes en verdad. Pero conmigo la razón no va, prefiero ser incorrecto, ser tachado de mentira y libertad, sin atarme a expectativas, ni a respuestas dignas. Más me importa seguir embarrando mis huellas de miel, sembrar en el patio los finales-libros que resisto leer o llenar de dulces mis bolsillos. Ni al caso ponderar la razón sobre mi risa insolente, que no es suficiente moneda para dar a cambio -de mis días- la alegría.
Soy pirata desrazonado, con olfato y paladar en mano para entender y significar cada encuentro, manía y tropiezo, los olor-sabores-golosinas fueron mi verdad, consejo y guía. Comencé con lo salado y cada grano fue en mi boca: ola rebentando, fue espuma y purga del tinto sabor que la uva dejó en mi labios. Aún así, el pensamiento más largo, no cesó de regresar y a esos ojos de veneno mis glóbulos vencieron, no pudieron más agarrarse a mis neuronas y cayeron hasta confundirse en las contracciónes del tracto intestinal. Ante parasitarias las formas de un amor incompleto, fueron mis jugos y las noches de desvelo haciendo frente a sus embustes. No dramático, pero si gástrico el éxodo de licorizados fantasmas desmembrados que ahora maman del desagúe su sustento. Bum-bum, el corazón latió de nuevo, y tras la guerra, la recuperación.
No hubo juicio entonces, no estrategia o trampa, solo gozo por saber, probar y re-probar los placeres de mi lengua peregrina. Gira el mundo diferente, no me alcanzan sus desbarros. El rosario de bocados recetados por el topo, de sabor arena y montaña sagrada, hicieron calmos los tropiezos y por encima prevaleció la calma y curiosidad por un nuevo placer. De potaje frambuesa el ritual de mañana, labios-manchas violetas y la emoción que en mi manos queda tras los palmos parietales; de menta fueron las señales, de canela coincidencias, chamoy los chispazos creativos, las pintas salsa tamarindo, las alianzas moccha, pistache las bobadas, los viernes malibú, las tardes cloradas y las noches de leche azul.
Garganta sin fondo, insaciable, hambrienta, pronto encontró los crímenes de trufa que suave se disuelven y nadie percata, pero también el exotismo de cocteles caos. Me bebí, contrario a lo que mis ojos dijeron, un espíritu de gran nobleza, no hubo prejuicio solo extravío y sabores raspas de pasto y lodo, de sudores obvios y hormonas en deseo resueltas.
Mi piel dejó de ser cobija nerval para hacer nacer en cada poro garganta ciega que lame la entrelana de sus dedos plata. Sabores de lenguas largas amarradas a las miles mías y por cada connección: colores, aromas, sonidos, formas y texturas. El festín de los sentidos sobre el intelecto que perece: ombligo melba, rayadura de talón, limonada la mirada, labio albaricoque, mentoladas las gastadas suelas, tibias las bisagras y un apéndice escarlata reactivo a mis respiros.
En el refri nada, ni resevas doggy bags o costras escurridas de sabores seasonales. En el año paladar le dije "sí" a cuanto sucedió, sin las trampas de intelecto por calificar de bueno o malo, las cosas solo pasan y ya. Y en este "pasar", me he dejado absorber por sus sabores, ser parte de este flujo de historias y confiar en que algo mucho más grande que yo, sabe perfecto por qué hace las cosas. Entre suceso y suceso me enredo y bueno... me divierto.