Dos horas luego salto al coche tras despegar mis Chicle-Adidas del asfalto. Giro y veo por la ventana la plasta de mis huellas alternadas. Enciendo el clima. Me descalzo los restos limón, respiro mis pies y les meto en la 230 de Ende y 85 de Barrie. Me sorprende aún cómo literatura de niños soporta incluso el sol. Savater que es literatura fresca, le he dejado 10 minutos en el coche y juro al regresar tenia tintes Proust!
Nada puedo hacer antes que la luna salga, por qué insisto en hacerlo cuando el sol conspira en pleno? Fui a olvidar intencional partituras mentoladas en las manos de un pianista, dejé salir el agua hasta caer como cascada sobre aquellos que esperaban en la parada de un camión y deslicé un billete en la bolsa de alguien que al descubrirlos creerá ha sido un milagro. Me gusta la gente piense en ello e imaginen angeles desnudos capaces de ternura (Personalmente si les imagino en bolas, les prefiero fornicando!). Soy hacedor de milagros bajo el sol, milagros plásticos, confeccionados para creer, me vale pito si en Dios o su suerte; pero prefiero la gente suponga un algo mágico les cuida a las rabietas nihilistas de Ciorán.
Acelero y me enredo en los atajos de arcilla y barranco que nadie conoce. En casa tapiadas ventanas con gruesa lona. En la nevera litros de jugo Ciruela y en ziplocks Jodorowsky, Hesse y Baum.
Baum...
El camino a Oz lleva en el refri poco mas de 10 años! Adentro queda con un botón verde de borde astillado y la promesa calva de volver. Me pregunto si en algún momento antes de treparse al siguiente vagón gira su cabeza y me piensa. Me gustaría pensar que si.
De noche las cosas cambian, la luna se cuela y no hace falta cubrirme de letras infantiles que el frio despinta de mi piel, el sol. Planeo nuevas bobadas, helado chocolate, luciernagas encienden y el suspiro queda de un milagro al lado respirar.
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