Conozco el sabor de la escarcha en el conge, mis Adidas chicle, cereza y limón, el algodón de azucar y las manzanas caramelo. Los arándanos, las uvas refrigeradas con astillas de hielo, el mango con chile y en los dias de frio, frosted flakes con mermelada. De niño me tragué una pata-libélula, y hace 2 años de suadero unos tacos... Las canicas de Ciruela, las pecas de Mariana y las piedras lisas que Brad olvida en los bolsillos de sus jeans. Nada mejor que el helado café que Rorro insistía, el cheescake de Jacks y las galletas de la Vero en un Jueves-Daniel.
Babeados Jelly-Bears antes de ser lanzados, el pulgar de Dakota, el 11 mil veces y su leche azucarada. Me gusta el sabor de la menta en la lluvia de Abril y las letras Jodorowsky que de noche escurren entre sueños. El papel, cobre y yeso en la pared, la tierra mojada, y el olvido. El olvido de mis neuronas sabe a ceniza, miel y reclamo. Hay otro olvido, el que sabe a desprecio y estafa.
Me gusta el sabor del pasto poco luego de rodar, o el sudor que te delata tras robar las tapas del buzón, la mirilla de una puerta o las miradas en almíbar que nadie se imagina. Me mata el sabor cómplice de los puntos suspensivos mucho mas que la coma, punto y coma, y las comillas. La manzana verde, melón, talón, mordisco y esquina de barrio maple. La nieve disolver en mi lengua hasta hacer las neuronas destemplar, la sangre de los codos, los vellos durazno, y la carcajada que explota vulgar.
Poco me valgo de mis neuronas, pero el sabor que en las papilas queda juro es fiel. Mi Arthur, cuando muera me incineren pero arranquen mi lengua que no merece ser quemada. Métela en tu bolsillo y al llegar a casa deja te llene de cuentos y metiras, de sabores encontrados, buscados... De las cenizas separa mi lengua, consérvala en un frasco con vodka y uva, las 28 de Ende y los canadian sins.
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