Las palabras.

A los 7 años Vlauye sabía leer y escribir; también los números, los colores, los nombres de las plantas y las formas que tienen las nubes. Podía también encender el radio y sintonizar la XEW en el 900 del AM, estación donde escuchaba a "Tres patines". Apenas alcanzaba los 10 cms, pero el tamaño nunca pareció importarle. Era delgado, latoso, risueño, feliz.

La hermana Carlota conseguía en el kiosco los cuentos de Memín Pinguín, además de las lenguas de gato y glorias de leche para el pequeño Vlauye. Teresa en cambio corría al mercado de los jueves a comprarle juguetes y mueblitos. Remedios en su visita al homeópata compraba sus chochos y en la esquina las chaparritas de piña que a Vlauye encantaban.

En el convento, la hermana Eduviges, con engrudo, alambre y periódicos construyó una casita oval; que luego pintaron de blanco y adornaron con todo tipo de curiosidades. Había también un roperito de madera que Tobías, carpintero del pueblo, había fabricado. En él estaba colocada la ropita que Nicolasa cosía; de las revistas copiaba los moldes y se las ingeniaba para que le quedaran igualitos.

De la hermana Mela fue la idéa de colocar en los tobillos de Vlauye cascabeles para su cuidado. La Madre Augusta con sus viejos pendientes de oro mando hacer los cascabeles mas hermosos y pequeños que existen, Ahora cuando Vlauye se acerca se escucha algo muy similar a los granitos de azúcar que ruedan por la cuchara previos a disolverse en agua.

La hermana Tita le compraba pinturas de agua y cuadernos de dibujo, así es como Vlauye aprendió a escribir su nombre. Cada una de las letras parecía ser una flor, o el contorno de animales. La letra "C" era la boca de un dragón, la "S" una serpiente, la "O" el sol y la "M", Malena.

Se abrió entonces el abecedario como una caja de sorpresas, la combinación de las letras prometía aventuras nuevas. Cada palabra formada se ligaba a otra mas, y a otra, y a otra… hasta formar los cuentos e historias que Malena noche a noche le contaba. Siempre que Vlauye escuchaba una palabra nueva la anotaba en su pequeño cuaderno; preguntaba lo que significaba e imaginaba cómo poder usarlas.

A veces también Vlauye inventaba sus propias palabras y al hacerlo corría hasta Melena a preguntar si tales existían. Tenía en su cuaderno una lista de palabras inventadas, divertidas y aquellas que no gustaba; además de sus lecciones, listas y escritos, estaban los dibujos que hacía tras descubrir su mundo. Eran trazos de colores que mostraban a Malena, sus 9 madrinas, a Rosafina y las mariposas, que siempre le acompanan.