Dibujar el viento.

Quedar las tardes dibujando en el cielo corazones, esferas y perros…

Tirado en la maleza reviso las nubes formas rescatando secretos y cuentos de ellas. Son las gordas y violaceas que se estancan por encima, las que me hacen dibujar.

Muevo entonces mis labios escapando consonantes y vocales sin formar palabras reales. Es marea de sonidos torpes variando en ritmos y tonos, las nubes se vencen, mi rezo les convence. Mi brazo se extiende apuntando al cielo. Trazo de viento, rasgos y zurcos nuevos; es el indice quien los hace, quien sella en algodones las figuras que a veces sueno. Cientos son las veces que la muneca sigue a su dueno, que desliza, que gira y que vuelve a empezar.

Suceden entonces suspendidos de tiempo elefantes, lunas o letras que timidas flotan. Es cuando salgo del trance, cuando se rompe el ritual. En tremenda carcajada sonora y vulgar estallo, la reconozco insolente, inadecuada social, pero mia. Tras ella le sigue un largo suspiro y por completo satisfecho, vuelvo a cerrar mis ojos.