SONETO XXV

Detrás de Granville en uno de los alleys cuelgan unos etnies, volcom y vans sabor nieve de azúcar. En ellos quedaron las historias que la lavadora no supo arrancar y el doble fondo en los que el dragón acechaba. Los limón nunca se enredaron en los cables de tensión, pero si en las agujetas de una historia que el tiempo no sabe terminar.



Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.

Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.

Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,

todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.

Pablo Neruda


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