Benevolencia

Siempre he creido que la vida es como un viaje en tren, en el que conoces gente extraña y a veces por extrañas mas razones alguno de ellos queda a tu lado. Rieles despues y millas miles, tu piel es la misma que la de ese ajeno; de algun modo y sin saberlo, tus venas se tejieron a otras, poco caso tiene resistir.


Pero sucede igual que el viaje termina, que en la siguiente estacion habra de bajar, habra de perderse y habras de quedar haciendo madeja las venas, los cuentos sin final, el espacio donde nada queda. No hace falta engrapar los ojos para convencer los sueños de quedar. Tampoco sirve mentir con vaho en la ventana su regreso, eso es perder el tiempo.

"Y sin embargo se mueve..." diria Galilei; las ruedas habran de girar, y el viaje llenarse con ese polvo de olvido Savateriano, con las risas nuevas de gente en el vagón y con esas pequeñas paradas en cada estacion. Es bueno bajar, tomar un cafe, revisar las portadas nuevas de libros y en secreto oler aquellos que hablan de amor. E irremediable sucede que al abordar de nuevo, giras por ultimo y no encuentras su sonrisa-papel, ni su melena petroleo escurrir por sus hombros, suspiras, sonries y deseas que donde sea que ande, sea contento.

Cafeina... quizá con ello me quede. Cafeina para no dormir, para leer cuanto debo y descubrir a alguien mas sentado a mi lado. Siempre me han intrigado esos extraños fundamentales, aquellos que con grosera impunidad se cuelan en tu vida. Tal vez charle y suelte en dosis los clasicos que nunca fallan o quiza me baje esta vez del tren, flip the coin y me trepe en otros rieles.

Siempre he creido que el mundo es redondo y que la vida es como un viaje en tren. Y aunque poco se de ello, estadisticamente es imposible no tropezar de nuevo en el mismo vagon con todos aquellos a quienes dijiste: adios.