Me gusta ver los cientos de ocres y doradas hojas descolgarse, manchar con rayones gises su indeciso vuelo. Caminar despues sobre ellas y el "crash" que sucede luego. Meto en mi cuaderno algunas cuantas que entre cuentos y piensos quedan. El resto son machucadas en las bancas o banquetas por ninos-huellas o tal vez por las mias si he dejado el aleteo.
La siguiente esquina se antoja para andar, pisotear nuevas las hojas o sacudir la lluvia maple. Tal vez en su tronco talle su nombre y en redondo corazon lo guarde, uno que tracen mil veces mis dedos ciegos y antes que el Otono termine de invierno y antes que las hojas sean recuerdo y antes que la sin-razon me desconecte pesco por ultimo sus ojos, timida su voz y roces.
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